100 años alcanza un hombre
y todo se vuelve verdadero
el nido tantas veces florecido
sienta a la tierna infancia en sus rodillas
y es una brisa que nace de su pecho.
100 años y los errores están justificados
porque el amor le devuelve
nuevas manos, nuevos pies
nuevas palabras y sonrisas nuevas que lo encienden.
Su fuego arde lentamente.
Acercársele, entibia el alma en este frío.
100 años de quien ha puesto la mesa para todos
ha tendido manteles en austeros almuerzos
ha servido la sopa alentando fortuna.
Hoy, recibe a la joven hermosa
que aún le late dentro
esa que todo ha visto y ha oído
a lo largo de un siglo,
la mira en su espejo,
saborea con ella los manjares de la experiencia,
brinda con el vino de la sabiduría duramente conseguida,
la perdona, la bendice
y con la llama titilante de una vela
cumple la edad adulta
puro corazón de azucena.
Canta y celebra la mujer valiente y libre.
Amanda, la que merece ser amada.