La palabra espera ser dicha y escuchada. En el mundo del lenguaje estos dos extremos de una misma gema hacen el milagro de la comunicación. El otro y yo, yo y el otro nos confundimos, nos enajenamos en este prodigio cotidiano para ser uno.
Los poetas que escriben y los poetas que leen, tienen la misión de resguardar lo humano en el delicado abismo de lo falible y su autoridad es impotente porque el único poder que asumen es el de la convicción. En el milagro de decir lo que duele y lo que mata no importa la forma que toma el lenguaje, importa cuando la lengua madre se
acerca y nos toca.
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