A Teresa Leonardi
Si hubieras nacido
En la tierra de la cultura mágica,
En los tiempos que atesora la Historia,
Donde los horizontes se pierden
Porque la piedra se lastima
Y, sin rencor, devuelve rosas de arena,
Amanecidas cuando el manto de la noche
Se despide con su joyero de luces.
Estarías en el diván de la poesía
A la diestra de Harún-ar Rachid.
Los pájaros, con sus ojos de piedras preciosas Silenciarían sus trinos de perla
Para escuchar tu canto.
Y el árbol de dieciocho ramas de oro y plata,
Emocionado te derramaría perfumes de almizcle
Y de rosas dibujadas en los jardines
De Bagdad, la Ciudad Redonda.
Demorarían la entrega
Los copistas de tus versos
Para extasiarse con su lectura
Aunque esperen el regalo
De su peso en oro.
Si hubieras nacido cuando la palma era el abrigo
Y el sustento del caminante,
Estarían tus poemas, bordados con letras de oro
colgados en la Kaaba
fulgurando en la blancura de los alvecíes
que celebran la ofrenda de las moreras.
Y ningún árabe osaría decir que algún poema Tuyo es menor que el de Antar el guerrero negro,
El enamorado de Abla,
La de los cabellos que hiló la aurora,
O el del magnífico Axánfara,
Con su lenguaje profundo, depurado, fino,
O el del algún otro poeta
Que inmortalizó su nombre en Las Doradas,
Germinadas donde la tierra es más yerma,
Más desolada.
Y el alma se eleva
Con las palabras de los elegidos.
Si un día llegas a Siria,
A la desolada tierra de Cristo,
Te recibirán con cantos y voces de alegría
Integrarás la ronda en las viviendas pobres
Y en las viviendas ricas
Porque eres Poeta
Quién de más allá del mar
De Argentina
la tierra que nombran con bendiciones
Escribe su dolor para sus hijos dilectos:
Palestina, robada para el martirio,
El Líbano, al que nunca debieron lastimar,
Se desgarra por el Irak
Y por los olvidados de las cuatro dimensiones.
Cuando la naturaleza canta…
¡Cómo deslumbras la estrofa!
¡Y cuando la hacen llorar?
¡Qué endecha más sentida nace en ellas!
Los que durmieron sus ideales
Enlutando la tierra, el aire, el mar
Y fueron flores, aves, mariposas,
Pececillos irisados con sus ojos despiertos…
Sin nadie para tomar su mano,
Sin nadie, sin nadie
Y es tu voz ,enaltecida bandera,
que no sabe de temores, ni desmayos.
Y denuncia,
Lucha,
Actúa,
Ayuda,
Enseña,
Crea.
Y es ternura y se ilumina
Cuando recibe el milagro
De las nueve lunas.
Y aunque los años luchen por dejar sus huellas,
Brotan de algún caudal escondido
Los versos de amor, ¿vividos?, ¿soñados?
Que seguirás escribiendo
Porque te mantienen joven, bella,
Con inocencia de niña.
Juana Dib
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