Invitación

El poeta y la poesía son inseparables. Lo que dice y canta el poeta es el poeta mismo, ya que la poesía y el poeta son inseparables. La poesía no se vende, el mismo ser no puede convertirse en mercancía. Sufre el poeta, pero que no sufra el poema ni nos haga sufrir, la luz viene de él y pasa a través del poema, y así la poesía, le pertenece al hombre, sólo la tierra del hombre cultiva la poesía. El poeta siente la obligación de traducir toda su experiencia en otro lenguaje, desempeña el papel de una ciencia en transmutación.

Entre todos los poetas, algunos escriben sus poemas otros los pintan o los hacen música, cada uno en su particular manera de sentir el infinito. Pero el teatro y el cine encontraron el don de atrapar el tiempo y en ellas confluyen todas las otras disciplinas poéticas como los ríos que van al mar.

Ninguna iglesia pudo a través de la historia humana dar la clave para sentir el absoluto, fueron incapaces de liberar al hombre de la materia que intenta devorarlo y convertirlo en su siervo. Solo nos queda la función del arte. Y especialmente hoy, donde la ambigüedad reina en la incertidumbre, donde el mundo dividido nos somete a la servidumbre del vender y el comprar, del pensamiento uniforme, de la derecha y de la izquierda, del aparato montado para el terror, los poetas desde sus acciones reclamaran su derecho a ser auténticos poetas y expresar la idea de libertad absoluta de las posibilidades interiores y espirituales del hombre.

Toda la poesía habla de amor al bien, de esperanza de libertad, de compasión. Si la poesía se hace carne y es un hecho, no palabra escrita, sino un hecho humano, si los bárbaros de la belleza, de la intemperie y de la ardiente bondad se reproducen y son muchos los poetas anónimos, la sociedad no tendrá otra alternativa que adaptarse a ellos y a sí misma. Y esa será la victoria del poeta, que para entonces tal vez ya no se llame más poeta, pero el mundo no será solo mercancía. Los invitamos al encuentro de los poetas que dicen y escuchan.